Gerrit Van Dijk, al igual que Bill Plympton o Jan Svankmajer, es un animador dueño de un mundo propio y de una estética e impacto visual asombrosos. En la estrecha frontera entre la plástica y la animación, en una exploración estética y creativa en la que existen pocos antecedentes en cine, con la solitaria excepción de Norman McLaren, las películas del director holandés sorprenden al espectador y lo golpean al mismo tiempo como expresión estética y como propuesta conceptual.