Tras la estela de algunos pioneros como los célebres Oskar Fischinger, Harry Smith, Jordan Belson o John Whitney, el alemán Manfred Mohr dio un giro a su trayectoria artística a finales de los sesenta y abrazó el nuevo medio de la imagen sintética para seguir indagando en la animación abstracta y facturando un cine no-narrativo, no-lineal que exploraba la música, la geometría y el ritmo en un espacio que tomaba el fotograma como unidad para la creación fílmica.